viernes, 26 de septiembre de 2008

Caja de Muñecos, Vanessa Boccardo

Cajitas, de Vanessa Boccardo

Tengo, para comenzar a hablar de estas cajitas de Vanessa Boccardo, una imagen a la que me aferro porque la supongo arquetípica, porque evoca tal vez la experiencia más antigua que hubiéramos podido tener del arte. Es la imagen de una niña o niño que a los pies de la máquina de coser de su abuela compone, con los retazos de género que ésta desecha, unas formas de las que se diría miniaturizan el mundo circundante, someten sus relaciones al arbitrio de su propia fantasía, al imperio de sus propias leyes simbólicas. Con un botón, una carretilla de hilo vacía y una huila, los niños pueden construir, en efecto, un mundo diminuto, falso, pero denso de objetividad psicológica, en el que parecen sentirse más cómodos o más libres que en el soso y afanado mundo de sus padres. Eso - decía Baudelaire en La moral del juguete - constituye ya una experiencia de la belleza, pero se haría bien con no prestar a este término ese valor edulcorado, meloso, con que se le suele revestir a menudo. La imaginación miniaturista del niño no es sólo fantasiosa, “arcoirizante”, como parecen pensar las regentes de los jardines infantiles; a menudo también es paródica (parodia el mundo de los padres) y sus construcciones, otras veces, son el único correlato objetual eficiente para manifestar o elaborar sus miedos, sus deseos reprimidos y hasta sus traumas. Los psicólogos saben de eso también por sus dibujos y yo tiemblo a veces al contemplar uno que hice cuando tenía cinco años: mi madre aparece dibujada allí desmesuradamente grande y en el plano más lejano se puede ver mi casa, suspendida en el aire y junto a un auto, que tiene aspecto de ambulancia. Los dibujos y juguetes precarios – “bárbaros” les llamaba Baudelaire-, repito, no imitan simplemente el mundo circundante; crean a partir de sus ruinas una nueva y caprichosa relación, un mundo imaginado, que deja a la vista las primeras fijaciones del drama de la vida y el beneficio del símbolo, para hacerles frente.

No quería en principio, lo reconozco, hacer alusión al inevitable aire de juguete de estas cajas de Vanesa Boccardo, por temor a que pensase que considero lo suyo infantil o simplemente ingenuo. Como le he dado sin embargo a las construcciones infantiles otro valor que el habitual, creo, con todo, que ella me entiende: su trabajo es serio, “tan serio – diría Heráclito- “como serios son los niños cuando juegan”. Por lo demás, fue ella misma la que me contó un día que había comenzado a construirlas siendo niña y a la vista del espectáculo que le ofrecía una bodega en la que gustaba refugiarse. Puedo imaginar ese espacio y pienso que si sus cajas están pintadas de negro, en parte es para evocar esa penumbra.

No sucede lo mismo con las cajas blancas o coloreadas de Joseph Cornell, con las que pensado a veces que las suyas podrían tener un aire de familia, sólo para convencerme luego de que el único parentesco era que ambos construían cajas, pequeños teatros estáticos hechos de rústicos materiales y objetos de uso doméstico. Cornell, por otra parte, era surrealista y lo era además en un sentido que él llamaba “blanco”: se sentía ajeno a la penumbra y más cerca de la luna llena y el pasado. Sus cajas, en efecto, están provistas de esa fuerza onírica y nostálgica que es típica de la imaginación surrealista, pero carecen por completo de referencias a esos elementos oscuros, obsesivos y hasta violentos que se apilan más a menudo en el inconsciente. Llamémosle a eso la “penumbra” y agreguemos que las cajas de Vanessa Boccardo, aparte de ser negras, no deslindan un imaginario que pudiera llamarse “blanco”.

“Vanesa Bocardo – escribí hace tiempo en mi cuaderno - concibe su trabajo como una alegoría objetual del espacio doméstico, de su condición de refugio o lugar de repliegue frente a las amenazas del exterior, pero también, y en virtud de ese mismo movimiento, de sus dramas más íntimos o el traslado de los mismos en el ritmo impersonal de las ocupaciones cotidianas. Cada caja es un fragmento visual tridimensional, una instantánea escultórica, hecha de objetos arrancados de sus contextos de acción y significación originales para servir luego de signos de un espacio imaginario, que por momentos puede parecer anodino, pero que la mayor de las veces es crítico y traumático. A pensar: los rostros de sus muñecos y los rostros en las pinturas de Francis Bacon”.

Hay, diría, dos tipos de escenas en estas cajas. Están, por un lado, las que podríamos llamar “anodinas” y están, por otro, las que podríamos llamar “alegóricas”: las primeras presentan escenas cotidianas, las segundas ilustran ideas. Me interesan sobre todo estas últimas, si bien en las primeras nunca pasa tan poco como para decir que no pasa nada. En verdad, pasa mucho: descubren, si se aguza el ojo, una facticidad traumática: allí una mujer vomita, otra es asesinada, hay escenas eróticas en los parques y escenas lúbricas en la casa. A juzgar por la dirección de sus miradas, se diría que cada muñeco vive en un mundo paralelo, incomunicado, está absorto en sus afanes,“soledades afanadas”. La arquitectura más recurrente parece insistir sobre esto mismo: el primer y el segundo piso se comunican, pero sólo a través de estructuras precarias, tambaleantes, como si todos estuvieran apartados y todo en transe de venirse abajo.

Las escenas “alegóricas” son distintas; dije que remiten a ideas, y no a cosas que pasan. Hay alegorías del deseo, la belleza, la muerte, la represión, la soledad, las letras y las artes; el conjunto en todo caso es enigmático. Si aquí no pasan cosas, es difícil en verdad decir qué pasa. Porque son construcciones más especulativas, no es de extrañar que predominen los espejos. Los espejos revelan algo, al menos porque por ellos siempre pasa algo. Tal vez sea una hipótesis arriesgada, pero me atrevería a decir que una connotación importante de esta serie es la imagen, el devenir imagen, luego mirarse y ser mirado: cuando no hay espejos que los reflejen, de todos modos los muñecos son mirados, por rostros de revistas que a veces miran y no miran desde el fondo.

Todo, en efecto, hasta lo más íntimo, parece penetrado en estas cajas por una exterioridad que le obliga a exponerse: “se busca”, “se mira”, “se vende”, “se percibe”, “se cuelga”, dice una; como si todo no tuvieran más realidad que la de un anuncio, una “apariencia pública”, una fachada. Lo mismo le pasa a las imágenes que produce el arte y que a menudos suponemos densas: la Gioconda se refleja en un televisor, el televisor se ha transformado en animita, a la que una devota figura reza: “se columpia en su propia narcolepsia” – diría Bárbara Kruger- “creyendo en todo y creyendo en nada”. No quisiera hacer sociología, pero en esto veo una clave. En la pared izquierda de la misma caja, una frase inscribe la génesis de la imagen como un asunto cosmogónico. Pero ¿qué tipo de imagen? Una que se hace al tiempo que se borra, por la que pasa algo y al mismo tiempo no pasa nada. Tal es precisamente el estatuto de las imágenes comerciales o mediáticas, las imágenes sin densidad, y Vanessa Boccardo las utiliza varias veces en sus trabajos. En esos casos, se diría, sus muñecos no retozan en lo real, retozan más bien en lo representado.

Bruno Cuneo

•Curriculum de

Vanessa Silvana Boccardo Bosoni

Email:vanessaboccardo@hotmail.com vanessaboccardo@gmail.com

ESTUDIOS

1999-2000: Bachiller en Arte , Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

2001-2006: Diplomado en arte, Pontificia Universidad Católica de Chile.

2002-2005: Licenciatura en Arte, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

EXPOSICIONES COLECTIVAS

2007 Seleccionada del XXIX CONCURSO NACIONAL ARTE Y POESÍA JOVEN

2006 Obras en la Sala de Ventas de la GALERÍA ARTESPACIO, Santiago.

2006 Seleccionada del concurso de “PRIVADO A PÚBLICO”, Concurso de fotografía Animal radio Zero, Galería Animal, Santiago.

2005- Seleccionada del XXVII CONCURSO NACIONAL ARTE Y POESÍA JOVEN

2005-EVIDENCIA RESIDUAL, Museo Lord Cochrane, Valparaíso

2003-T.VEO, Muestra colectiva de video arte, Corporación de Reñaca, Viña del Mar

2002-Seleccionada del CONCURSO NACIONAL ARTE Y POESÍA JOVEN

2001-DE MAR A CORDILLERA, Muestra Itinerante para la Región de Valparaíso.

1996-EXPOSICIÓN DE PINTURA, Taller de Sthephan Groeel, Centro Cultural de Limache

EXPOSICIONES INDIVIDUALES

2002- CAJA DE MUÑECOS, Café Vinilo, Cerro Alegre, Valparaíso

2004-CAJA DE MUÑECOS II, bar el Irlandés, Valparaíso.

2005- CAJA DE MUÑECOS III, Restaurante Alegretto, Cerro Alegre, Valparaíso.

2007-Exposición permanente, café Vinilo, Cerro Alegre, Valpartaíso.





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